Con el mazo dando

16 de marzo de 2020

Estamos viviendo en estos momentos de marzo de 2020 una situación que ninguno de los españoles vivos ha experimentado nunca. La gravedad del momento y la amenaza para la salud pública parece evidente a tenor de las medidas que están tomando las autoridades para intentar paliar los efectos del coronavirus. Obligación de todos es aceptarlas con responsabilidad, lo cual no implica que no se pueda valorar si dichas medidas se han decidido con la debida diligencia y con el exigible sentido del deber, teniendo como objetivo el bien común y no otras consideraciones.

En otros tiempos, cuando se suponía o se tenía la certeza de que había una amenaza para la salud pública, prácticamente toda la población recurría a invocar la protección divina. Una rogativa es la oración hecha a Dios -o la Virgen y a los santos como intercesores- para conseguir el remedio de una grave necesidad. Estas muestras de religiosidad comunitaria pueden celebrarse en el interior de los templos o desarrollarse en las calles y plazas en forma de procesiones, siendo éstas las de mayor espectacularidad y participación ya que no se restringen a los espacios interiores de una catedral, iglesia o ermita, sino que salen a la calle, a los espacios por los que discurre la vida diaria de los habitantes de un pueblo o ciudad. Fue percepción generalizada entre los fieles la eficacia de estos actos de piedad, de ahí su proliferación en otros tiempos y la asignación de santos intercesores para preservar o recuperar la salud pública.

La historia de El Burgo de Osma está plagada de rogativas. Las que se hacían para pedir la lluvia eran las de mayor participación por la base agraria de la economía de la zona. Entre todas destacaba la que se hacía cuando se sacaba en procesión a la Virgen del Espino, cuya imagen se venera en la su capilla de la catedral. Igualmente, de gran calado para la población eran las que se organizaban para pedir por la salud de los habitantes de la villa, fundamentalmente para que se viera libre de las epidemias. En ocasiones, algunos participantes en estas demostraciones piadosas llevaban hasta extremos poco razonables su devoción y llegaban a someterse a mortificaciones que ponían en peligro su salud. Por ello, en la época de la Ilustración, se expedían reales órdenes prohibiendo "los disciplinantes, empalados y otros espectáculos en las procesiones de rogativas y otras".

Las peticiones para que Dios, por medio de la intercesión de los santos, preservara la salud de los burgenses tuvieron tal importancia en la villa que las fiestas patronales en honor de San Roque tienen su origen en una rogativa para pedir que El Burgo se viera libre de la peste. A finales del siglo XVI, una fuerte peste azotó las tierras de Castilla. Los vecinos de El Burgo de Osma, representados por su Ayuntamiento, encargaron un conjunto de misas para que la Providencia les librara de tan temida y mortífera epidemia. El acuerdo del 16 de abril de 1599 refleja esa intención:

"Acordose que se digan y hagan decir nueve misas a honra de los gloriosos santos San Pedro Cuerpo Santo y Santo Domingo y San Roque, que intercedan con nuestro Señor que libre de peste a esta villa, y luego otras nueve y luego otras nueve, sean por todas veintisiete, las cuales se digan en las capillas y altares en que están las imágenes y advocaciones de los santos". Estas y otras misas más que se celebraron en 1599 evitaron, según el sentir de la población, que la villa sufriera la terrible presencia de la peste. Por ello, convocados en Concejo abierto celebrado el día 20 de febrero de 1600, los vecinos se comprometieron a festejar los días de San Roque y de San Sebastián, abogados contra la peste. El acuerdo capitular en el que ese compromiso se fijó es del siguiente tenor:
"En la villa del Burgo domingo que se contaron veinte días del mes de febrero de mil y seiscientos años...los vecinos de ella que se allegaron a Concejo público...bien sabían y les era notorio las grandes mercedes que Dios nuestro Señor había hecho a los vecinos de esta dicha villa en los librar y preservar de mal de peste y contagioso que tan general y particular había habido en este reino y en los lugares de esta comarca y tan conjuntos a esta villa y que pues generalmente todos pedían y decían que en reconocimiento de tan particular merced como Dios nuestro Señor había hecho a esta villa que querían venerar y celebrar y guardar cada un año los días y fiestas de los gloriosos santos San Roque y San Sebastián, que eran abogados de Nuestro Señor para los librar del dicho mal, por tanto pues están conjuntos que viesen y determinasen lo que les pareciese convenía más para el servicio de Dios y gloria de los dichos santos.
Y visto y entendido lo susodicho para todo el Concejo trataron y confirieron sobre ello y todos, nemine discrepante a una voz in dicenter, dijeron concejilmente que, por sí y en nombre de los demás vecinos de la dicha villa que estaban ausentes en el dicho Concejo y de ella y de los que después de ello fueren y sucedieren en este dicho Concejo y villa, para siempre jamás prometían y prometieron y se ofrecían y ofrecieron de que guardarán y festejarán y celebrarán como fiestas de guardar los días que manda la santa madre Iglesia los días en que cayeren los dichos santos San Roque y San Sebastián en esta dicha villa en cada un año para siempre jamás y que ningún vecino ni residente de la dicha villa trabajara en ningún género de oficio en ninguno de los dichos días de los dichos santos sino que los guardarán como los días de domingo según dicho es. Y ansí lo prometían y prometieron y ofrecieron y dijeron por sí y por los que después de ellos fueran y sucedieren en esta dicha villa para siempre jamás lo prometieron y ofrecieron por voto y promesa ante Dios nuestro Señor en la mejor vía y forma que podían y había lugar. Y que la dicha Justicia y Regimiento diese orden de que se hiciese ermita particular para los dichos santos y las figuras e imágenes de ellos para los vecinos de esta dicha villa con particular devoción las venerasen y visitasen todo el Concejo junto como estaba ofrecían de dar y favorecer con su limosna según la posibilidad que cada uno y que ni más ni menos contribuirían en los más repartimientos que por acuerdo de la Justicia y Regimiento se hicieren para la santa obra pía a quien dijeron que encomendaban y remitían la ejecución de este voto y promesa para siempre jamás y el firmar lo aquí contenido".

Llegado el día de San Roque de ese año de 1600, se hizo una procesión con la figura del santo desde la catedral hasta la ermita de San Lucas, sita al lado de la universidad de Santa Catalina, acompañada "por todos los vecinos sin faltar nadie en reconocimiento de la merced que Dios ha hecho a esta villa en librarla de la peste y mal contagioso y que el dicho día en la dicha ermita se hagan decir tres misas rezadas a los dichos santos San Roque, San Lucas y San Sebastián por su devoción y se dé limosna a dos reales de cada una". El Ayuntamiento dispuso que "todos los vecinos de esta villa vayan a se hallar a la dicha procesión y que ninguno falte so pena de cuatro reales y dos días de cárcel". Una vez en la ermita, tuvo lugar una misa cantada en el altar de San Roque. Cuando en 1604 el Ayuntamiento solicitó al Cabildo, a través del obispo Enrique Enríquez Manrique, que celebrara la fiesta de San Roque "y que en cada un año en su día se haga y celebre una fiesta y procesión con su misa en su ermita" se hizo "atendiendo a las muchas mercedes que por intercesión de este santo ha sido Dios servido de hacer a esta villa y a la gente de ella en librarles de las enfermedades de peste y contagiosas".

Posteriormente se recurrió a la intercesión de San Roque, abogado contra la peste, para pedir que no llegaran las amenazantes epidemias o para que cesara su efecto. En 1747 el Ayuntamiento encargó una "misa de rogativa al señor san Roque por la salud de los vecinos y que se publique para que asistan a ella y sean noticiosos y que se avise al capellán de la villa".

Los años 1762 y 1763 fueron especialmente problemáticos para la salud de la población. De nuevo se recurrió a San Roque para intentar paliar los efectos de la enfermedad: "mediante los muchos enfermos que había en esta villa al presente, que se podía decir era plaga, le parecía conveniente el que se hiciese alguna rogativa para que Su Majestad se sirviese mejorar los que estaban enfermos y que se cortase la enfermedad ... determinaron que se diga una misa rezada de rogativa al glorioso San Roque ... concurran todos los vecinos a ella pena de cuatro ducados". Estas peticiones no surtieron los efectos deseados y, de nuevo, un mes después, en diciembre, el Consistorio decidió que "en atención a los muchos enfermos que había en esta villa y los que fallecían por esta razón, que podía asegurarse era peste, convendría el que se sacase en procesión y rogativa al glorioso San Roque y se le dijese una misa para que por su intercesión se logre el restablecimiento de los actuales enfermos y el que no prosiga semejante enfermedad, y en esta virtud resolvieron el enviar dos comisarios al señor prior de esta santa iglesia, quienes habiendo vuelto de su legacía dieron por respuesta que el señor prior juntaría en esta tarde el Cabildo y daría la noticia de su resolución, quien insinuó no había cabimiento en otro día que el jueves próximo y que ya echaba de menos no se hubiese pedido antes" . Esta rogativa resultó eficaz. Seis meses después, "el abad de la cofradía del patrón San Roque" comunicó al Ayuntamiento que el 19 de junio de 1763 "tenían dispuesta la colocación del bendito San Roque en su retablo", invitando a los representantes del Concejo a asistir al acto y a la misa en la Catedral. Estos aceptaron la invitación y pidieron al Cabildo, "para que se haga con mayor aplauso y fausto..., que se ejecute en la capilla mayor y que se saque el santo procesionalmente por las calles en atención a haberse corregido la enfermedad que en esta villa se ha padecido y en acción de gracias que se disponga festejar la tarde del mismo día con una corrida de novillos y otra alguna demostración". Finalmente, la colocación de San Roque en su nuevo retablo y la procesión de acción de gracias tuvo lugar el 30 de junio: "mañana era el día de la colocación del glorioso San Roque en su nuevo retablo y que había de salir procesionalmente en acción de gracias por haber logrado el cortarse la enfermedad que se ha padecido en esta villa por la calle de las Tabernas, volviendo por el rastro y calle mayor a la Catedral y determinó el que se barran dichas calles y que esta noche se pongan luces en todas las ventanas y mañana por donde ha de pasar la procesión las cuelguen de la mejor forma que cada uno pueda, y que se guarde fiesta por todos los vecinos y moradores en esta villa".

De nuevo en los años 80 del siglo XVIII El Burgo se vio afectado por la enfermedad. Y de nuevo los burgenses recurrieron a la intercesión de su patrón. En 1782, el Ayuntamiento solicitó al Cabildo, "por la utilidad y conveniencia al público, que se sacase en procesión y rogativa al glorioso San Roque para que por su medio se alcanzase de su divina Majestad los auxilios espirituales y temporales y con especialidad el que se cortasen los males epidémicos y constipaciones que se advertía haber". Tres años después, seguía habiendo "muchas enfermedades en el pueblo, por cuya razón convenía se celebrase una misa de rogativa al glorioso San Roque para que por su mediación alcanzase de su Majestad el que se cortasen dichas enfermedades". Como la misa no logró aplacar el mal y "continuaban en el pueblo con el mayor esfuerzo las enfermedades en términos de que hacía largo tiempo no se había experimentado mayor número de enfermos, por cuyo motivo parecía muy del caso ... se sacase en procesión y rogativa el glorioso San Roque", solicitando al Cabildo dicha función.

Al año siguiente, nuevamente la enfermedad generalizada asolaba El Burgo: era "mucha la peste de tercianas que se experimenta en esta villa y no de la mejor calidad, por lo que convendría se dijese una misa de rogativa a San Roque". El Consistorio decidió encargar la misa rogativa para el día 4 de noviembre de 1786, ordenando cerrar todos las oficinas y establecimientos durante la celebración. La noche anterior se hicieron luminarias, lo que nos demuestra, junto a otros datos, que muchos de los actos no estrictamente religiosos (luminarias, corridas de toros, etc.) tenían también el objetivo de honrar a algún santo para intentar reforzar su poder de intercesor y lograr más eficacia en el ruego o, en su caso, mostrar agradecimiento por alguna gracia. Eso se aprecia también cuando el 10 de julio de 1787, de nuevo para pedir la remisión de la peste, se celebró misa en la capilla de San Roque con música, procesión con la concurrencia de las cofradías con las ceras y corrida de novillos por la tarde.

Casi cien años después, en 1885, cuando ya se había asentado la festividad de San Roque con carácter profano, el Ayuntamiento decidió suspender todos los festejos por la epidemia de cólera que padecía la nación. Pasado el verano, por no afectar el cólera a la villa, los ediles decidieron celebrar las fiestas de San Roque, en acción de gracias, los días 23 y 26 de octubre. Hubo función religiosa, corrida de dos novillos en la plaza mayor, doce docenas de cohetes y baile público con el dulzainero de Santervás.

No sólo San Roque fue el destinatario de las súplicas burgenses para protegerles de la enfermedad. También se celebraron rogativas, menos frecuentes desde luego, a la Virgen del Espino y a San Pedro de Osma. En 1684, por ejemplo, la gravedad y extensión de la enfermedad eran patentes. Incluso quedó la población desasistida y sin médico. Por eso, "respecto de haber muchos enfermos y las enfermedades de peligro", el Ayuntamiento solicitó al Cabildo y éste concedió la celebración de "una novena a Nuestra Señora del Espino por salud", señalando el Consistorio que no se recelara en la contribución de cera para las funciones. Menos dramática parecía ser la situación en 1749, cuando el Concejo decidió que se celebrara "por el capellán de esta villa una misa de rogativa a nuestra Señora del Espino por la salud de los vecinos de esta villa mediante haber al presente muchos enfermos".

En 1706 las rogativas se hicieron conjuntamente a San Pedro de Osma y la Virgen del Espino. Así lo vemos en la sesión celebrada el 28 de agosto: "en este Ayuntamiento fue propuesto las muchas enfermedades que ha habido y al presente hay en esta dicha villa, y que convenía pedir al Cabildo de esta Santa Iglesia se sacase en rogativa al Señor San Pedro de Osma, nuestro patrono, para que intercediese con su Divina Majestad aplacase dicha enfermedades...y en el ínterin se diga una misa de rogativa a Nuestra Señora del Espino y se pregone para que asistan a ella todos los vecinos de esta dicha villa".

Ante la situación que estamos viviendo durante estos meses de febrero y marzo de 2020 con la epidemia del Covid-19 o coronavirus, además de tomar las medidas de prevención que humanamente se establezcan con la debida obediencia y responsabilidad, los vecinos de El Burgo de Osma, como sus antepasados, tenemos quien interceda ante Dios Omnipotente y nos libre "del mal de la peste y contagioso" y que, en cualquier caso, nos haga profundizar en la confianza de su paternal Providencia y en la convicción de que, como recordó San Juan Pablo II, "Dios siempre puede más".

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